viernes, 2 de enero de 2015

Desperté agitado

Había sido una pesadilla extraña, bizarra. Caía en un pozo sin fin, con la vista hacía el cielo, que se iba achicando a cada segundo. Poco pasó antes de que la boca del pozo quedara fuera del alcance de mi vista. Solo sabía que seguía cayendo gracias a la corriente de aire que pasaba a mi lado. Pronto esa sensación se desvaneció, o quizás me había acostumbrado a ella, y ya no sabía si caía o no. Finalmente lo supe: había quedado suspendido en el vacío por siempre.

Desperté agitado. Tanteando en la oscuridad encontré el interruptor de la luz. Click. Nada. Seguramente hubo otro corte, desde que empezó el verano hay cortes todos los días. Tanteando las paredes logré encontrar el camino a la cocina. Pensé que un buen vaso de leche me calmaría y volvería a dormir. Abrí rápido y saqué la leche para que no se vaya el frío. Algo andaba mal, pero no podía darme cuenta qué. De repente lo supe: el sonido del motor de la heladera, todavía funcionando. Frenético busqué el interruptor de la luz de la cocina. Lo prendí y apagué varias veces. Nada. Finalmente lo supe: me había quedado ciego.

Desperté agitado. Busqué el interruptor y encendí la luz, pero no estaba en mi habitación. Caía en un pozo sin fin, con la vista hacia arriba, mientras la luz en el techo de mi cuarto se iba alejando a cada segundo. Poco pasó antes de que quedara fuera del alcance de mi vista.